YO PECADOR, ME CONFIESO
Yo pecador, me confieso
El salmista nos insta a no guardar silencio delante de nuestro DIOS (Salmo 32:3), especialmente cuando de pecados se trata. El creyente ha de presentarse diariamente a DIOS para adorarle, alabarle, exaltarle, reconocer su grandeza, sus perfecciones, su carácter; pero también para confesarle a ÉL todos sus pecados. El pecado no trae paz a la vida del creyente; es que un creyente no puede ser feliz haciendo mal al otro, no puede expresar con verdad que ama a DIOS con todo su ser llevando a cuestas la carga de sus pecados; se ha de tener en cuenta que para DIOS no existen pecados pequeños o grandes, cualquier acción que el creyente realice que ofenda a DIOS o a su prójimo, sencillamente es un pecado.
Es maravilloso observar cómo el salmista implora perdón a DIOS por los pecados de su juventud (Salmo 25:7), por aquellos de los cuales él no es consciente y por aquellos que le son ocultos. El salmista sabe que su DIOS es omnisapiente, que ÉL le conoce muy bien y sabe de sus desatinos (Salmo 69:5), DIOS lo conoce todo. Igualmente, conoce que DIOS es justo, bueno y misericordioso por lo que le confrontó frente a su maldad, llevándole a tomar la mejor decisión: reconocer su pecado, pedir perdón, restauración (Salmo 51:1-12)
El confesar los pecados a DIOS es una acción liberadora, trae descanso y sanidad al creyente (Salmo 41:4); por supuesto que requiere de un acto de contrición y de arrepentimiento genuino que solo proviene de esa estrecha relación que el creyente ha de tener con su SEÑOR. Para aquellos que no aman a DIOS por sobre todas las cosas, el pecado es parte de su rutina; para el creyente es una caída, una frustración en la cual no desea permanecer. Quien teme a DIOS debe estar seguro que ÉL le hace conocer su pacto, le enseña el camino por el que debe andar (rectitud), le deja ver que ÉL es su refugio, su pronto auxilio en medio de las tribulaciones, que ÉL le guardará de la angustia, porque sobre él ha fijado sus ojos. También, el salmista sabe que el único que puede borrar sus rebeliones, lavarle y limpiarle de sus pecados, renovar su espíritu y devolverle el gozo perdido es Dios (Salmo 51:2, 7, 9-10).
El ir a DIOS en busca de perdón, es acercarse a ÉL consciente y seguro de SU misericordia, es saber que ÉL está dispuesto a escuchar su declaración de súplica por perdón para sanarle y así restablecer la relación de intimidad perdida. El pecado trae separación entre DIOS y el creyente. No olvidemos que la paga del pecado es muerte, más la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro (Ro.6:23).
Hna. Petronila Vargas